La gata siamesa de la Residencia of Persons Majors de Calagurris,se encarama felinamente a mi ventana,me ofrece el lomo y se acuesta a la sombra de un simpático toldo que,por si o por no,cubre y atempera el aire del triste y seco jardín al que dan las sucias ventanas de mi despacho.
Y yo,que acaricio mis tersos y bronceados trapecios con ásperas zarpas,buscando ahuyentar con tal remedo de masaje los fantasmas del cansancio y de las espantosas historias de las que hoy he sido testigo,la miro y la envidio,como solo un zopenco es capaz de envidiar.
-¡Oh,tu,gata que recién alumbraste media docena de variados cachorros en esta inmunda cochiquera,y que al calor del verano huyes a esta sombra que a mi tambien alcanza..oh,tu,y aquí olvidé lo que a pergeñar me disponía,por las barbas de Senaquerib y por el gran batracio verde,que no hay derecho a volver de vacacion y que te hodan sin dilacion.
Es la hora del yantar,y a través de las podridas paredes de esta habitación,donde toda miseria hace su asiento,oigo los murmullos de cien hambrientos ancianos que se lanzan de cabeza sobre sus piernas de cordero al chilindrón,sin dar tiempo a que las hacendosas camareras y auxiliares les anuden a los delgados cuellos las multicolores servilletas.
Y yo recuerdo que atesoro en un cajón un plátano de ultramar,y dejo el tecleo y allá voy...
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